CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE

Originalmente publicado en junio 2009

En 1973, el director Richar Fleicher crea este clásico de la ciencia ficción, con dos actores de talla, Charlton Heston y Edward G. Robinson. En el futuro, una Humanidad colapsada por la economía y la escasez de recursos tiene que aceptar cuál es el secreto de “Solent Green”. Robinson hace su última actuación en el cine. Heston se pasa toda la película corriendo para intentar justo eso: que el destino no le alcance.

Y esa imagen, cual moderno San Fermín del futuro, fue la que motivó la sensación de estar como empresa en una gran carrera huyendo de unas palas amenazadoras en forma de crisis. Y es que a esta altura de la película no creo mucho en soluciones sectoriales. Cada empresa está sola ante su destino, con sus defectos y virtudes y sobre todo con la gente que estén al mando de ellas.

Pero vamos a burlar el destino que para eso estamos aquí. Peter Drucker tiene una frase demoledora: “en una organización solo hay dos funciones que generan resultados: innovación y ventas, lo demás son centro de costes”. Estas son las palancas con la que contamos para dar un giro al timón. Hoy hablemos de innovación

En los últimos años, la innovación ha brillado por su ausencia. En un contexto de fiesta económica, las empresas han optado por crear empleo para soportar el aumento de trabajo sin mejorar procesos ni tecnología. El resultado es que la productividad de nuestros negocios está por lo suelos y parte de la tesorería se ha marchado al librarnos de los recursos humanos que ahora sobran tras la caída del mercado. Y aquí no podemos culpar a nadie porque esta competencia entra directamente en nuestra responsabilidad de directivos. Eran nuestros deberes.

Reinventemos el botón desterrado de la innovación. En su contexto más amplio, el término significa “cualquier idea novedosa que añada valor cuando se lleva a la práctica”. Y ésta es la receta que necesitamos en estos tiempos brumosos. Llámenlo creatividad, I+D, tecnología, ingeniería de proceso, feed-back o hacer las cosas bien y ganar dinero… es igual. Tenemos que hacer cambios en nuestras empresas y es la hora de innovar.

Las fuentes para la innovación son diversas. Nosotros mismo y nuestras experiencias puede ser la primera rama del árbol, nuestros trabajadores que están sumergidos en el día a día de las empresas, los compañeros del sector, profesionales externos, la amplia oferta formativa que nos rodea…. Pero hay que salir a buscarla.

Estamos tan bajos en tecnología y gestión de proceso en nuestro sector que debería ser fácil avanzar en estas materias. Pero, por otro lado, no tenemos costumbre, nos falta fondo, en definitiva práctica. Pero es necesario que nos pongamos mano a la obra.

Empezar por lo básico es un buen punto de partida. En el mundo de la innovación el orden de los factores sí altera el producto. Como dice el profesor José M. Pons, del Instituto San Telmo, “no hagamos ecuaciones diferenciales hasta que no sepamos manejar las operaciones básicas con soltura”. Los resultados más espectaculares pueden venir de replantear conceptos básicos. Los de toda la vida pero adaptado a nuestra situación actual.

Tampoco podemos olvidar que innovar implica cambios y aquí encontramos otro gran obstáculo: la resistencia interna. Los empleados de las compañías pueden ser una gran barrera para cualquier cambio. Los tiempos que corren nos favorecen ya que nuestras organizaciones han disminuido y han quedado los más preparados. O eso tenía que haber ocurrido. Es necesario crear una cultura de la innovación, llamar a la creatividad de todo el equipo humano que nos acompaña, conseguir la sensibilización porque tenemos que reinventarnos como empresa para seguir en la carrera.

En los tiempos en los que estamos no van a sobrevivir las empresas más fuertes, ni la más grande, sino aquéllas que mejor se adapten a la reglas del nuevo mercado. Y la adaptación solo se puede hacer con innovación.

Y si el destino nos alcanza que estemos preparados.

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